Hay que retirar a Dylan y a los Stones
En la nueva entrega del blog ‘Rockmatón’ se aboga por pasar página con los dinosaurios del rock. Pero la culpa no es de ellos, sino de la industria musical. Por Quique Quizás
El negocio de la música adora la novedad, pero el rock se ha convertido en una gerontocracia de bisoñé.Un asilo integrado no sólo por vacas sagradas, sino también por jóvenes -tanto artistas como público- que reproducen los apolillados clichés de antaño. Jóvenes que son, musicalmente, ancianos prematuros.
El periódico Wall Street Journal se pregunta si Bob Dylan debería retirarse. Se compara la vida útil de un artista con la de un empresario. Se alude a su garganta, a sus nasalidades. Se menciona lo difícil que es saber irse a tiempo. Es absurdo. Dylan no debe retirarse -de hecho está realmente en forma-. Si acaso, hay que retirarlo.
El negocio no ha sabido renovarse. La industria llegó con el paso cambiado a Internet y ya no ha querido abrocharse el cinturón ni bajarse de la limusina. Resultado: aparte de las ultracomercialadas de turno (Lady Gaga), no se generan nuevos artistas masivos. Hay que tirar de los ancianos y educar en la ancianidad a los nuevos públicos.
Hace poco fallecía Mario Pacheco, uno de los pocos gestores culturales con visión panorámica que tenido este país. Pacheco fue magistral en su visión y digestión del flamenco -intentó montar "una Motown del flamenco", en sus propias palabras-, pero deja Nuevos Medios, su sello durante 28 años, casi en concurso de acreedores. Por no saber adaptarse a los tiempos, según algunos de sus trabajadores.
Es absurdo pretender que ningún artista deje de hacer lo que hace. El artista, si lo es, crea porque no lo puede evitar. El problema lo tiene quien vende el producto. La industria es un sastre que sigue colocando en el escaparate el mismo vestido de hace 30 años porque no se ve capaz de coser otro. El negocio se ha convertido en uno de esos locales llenos de ancianos que bailan pasodobles los domingos por la tarde.
De su mano, varado en el “ya no se hacen cosas como las de antes” -que se debe traducir como “un día me gustó una cosa y ahí me quedé”-, el público rock se hunde en el conservadurismo y va poco a poco menguando. Confunde, por ejemplo, rock con guitarras. No sabe por ejemplo que el sintetizador es otra guitarra: sigue con el falo en la mano. Será víctima del efecto ABC: el público mengua conforme va palmando.
Dylan y los Stones no tienen que retirarse: hay que retirarlos. Del escaparate. A ellos y a sus jóvenes (y tan avejentadas) copias.
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