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domingo, 10 de octubre de 2010

GUNS AND ROSES

Guns N' Roses: impuntuales y farsantes en Madrid

Axl Rose y su séquito ofrece un espectáculo caricaturesco y con pocos momentos inspirados en el Palacio de Vistalegre. Tiene poco que ver con la banda original. Por Ivar Muñoz-Rojas

Guns N' Roses: impuntuales y farsantes en Madrid

Axl Rose, su fular y su gorro, anoche en Vistalegre.

Concierto: Guns N' Roses.
Lugar: Palacio Vistalegre, Madrid.
Fecha: 09/10/2010.
Precio: 55€.
Asistencia: 8.000 personas (casi lleno).

El espectáculo de Guns N' Roses de anoche en Madrid recordó a los Harlem Globetrotters, el equipo americano de baloncesto formado por jugadores hábiles, que exhibe mates imposibles y que no compite en ninguna liga. La banda de Axl Rose está formada por músicos virtuosos, pocos repertorios como el suyo, de más de dos horas y media largas, tienen tantos grandes éxitos y su actual gira viene ahora, dos años después de haber salido su último disco, Chinese democracy. Así es esta banda de Los Ángeles, o lo que queda ella: imprevisible y al margen de cualquier lógica o norma en el rock.

Hay que reconocerlo: tiene su morbo ir a ver a esta banda. En Dublín hace cinco semanas el excéntrico vocalista se largó del escenario porque le estaban tirando botellas, en París varios fans le abuchearon... La última gran estrella del rock seduce porque es imprevisible ( “yo he venido a ver si este tío la lía”, decía anoche Angy, la prota de la serie de televisión adolescente Física o Química, sentada en las gradas). Pero también resulta irritante por sus tardanzas: una hora y media transcurrió hasta que subió al escenario Axl, desde el fin de la actuación del telonero Sebastian Bach, el otrora sex symbol (por dos telediarios) del heavy junto a su ex banda Skid Row, de la que repasó sus mayores éxitos (Youth gone wild, Slave to the grind ...).

Sonaron los primeros acordes de Chinese democracy y ahí estaba al fin el único miembro de la formación original de Guns N' Roses. Una elección extraña este tema: hombre, podía haber empezado por una de sus canciones clásicas, que tiene muchas. El sonido no acompañó en el primer tramo y logró enterrar a Welcome to the jungle o It's so easy, las dos siguientes en el repertorio. Por suerte, los problemas se solucionaron y la voz de Axl dejó de flotar por encima de un batiburrillo de distorsión con eco. Sobre las tablas, estos Guns N' Roses de 2010 no tienen un atisbo de espontaneidad y los movimientos de los músicos parecen forzados, ensayados y caricaturescos: recuerdan a los melenudos virtuales que nos encontramos en el videojuego Guitar hero (alguno de los interminables e innecesarios solos de guitarra que sonaron a lo largo del concierto quedarían muy bien en este videojuego: ni Steve Vai, el virtuoso de la guitarra, en su peor onanismo).

Con las primeras notas de Sweet child o'mine la sensación de farsa fue inevitable: pocas melodías de guitarra van tan asociadas a un nombre como esta al de Slash. ¿Realmente cree DJ Ashba que por llevar un gorro y tocar con su instrumento por las rodillas los espectadores van a olvidar al carismático guitarrista original? Probablemente el joven contratado ni pinche ni corte: serán cosas de su jefe, Axl. Éste, por su parte, se mueve como Pedro por su casa. Está fondón, sí, pero cantó muy bien: mantiene intactas sus rabiosas estridencias, su seña de identidad, y pasa con increíble facilidad de los graves a los agudos, como antaño. Sus pintas en cambio han cambiado, aunque son igual de genuinas y horteras: las faldas escocesas y los pantalones cortos con los que lucía paquete los ha sustituido por americanas blancas y vaqueros rasgados de 300 euros. Ah, y ya no luce esas trenzas tan ridículas. La verdad es que su actual aspecto recuerda un poco al hortera de Kid Rock.

También hubo algún momento inspirado. Cuando Axl se sentó al piano para interpretar November rain evocó, sonriente, aquellos días en que la banda más macarra del mundo también conquistaba las carpetas de quinceañeras (que ahora lucen a Miley Cyrus o Jonas Brothers). Y con You could be mine o Rocket queen la banda se acercó a lo que podría ser un verdadero regreso de Guns N' Roses. El grupo dio protagonismo al primer y célebre álbum del grupo, Appetite for destruction, de 1987, lo mejor recibido por el variopinto público, de 25 años para arriba, aunque con algún que otro adolescente suelto que no había nacido cuando este grupo era imparable. Los temas de cosecha más reciente (Sorry, Shackler's revenge...) fueron utilizados por más de uno para acercarse al baño o a las pobladas barras. Cosas de los conciertos de dos horas y media largas.

Con su versión de Knockin' on heavens door, de Dylan (incluida en Use your illusion II, de 1991) llegó la recta final y el momento para desempolvar los clichés del rock de estadio: que estuviéramos en un recinto cubierto no fue impedimento para usar abundante pirotecnia. Su versión de Whole lotta Rosie, de AC/DC, estruendosa pero poco enérgica, dio pie a la despedida con Paradise city, durante la que Axl tuvo al recinto en sus manos, por algo es la canción que lanzó a la banda hace casi 25 años.

“Gracias”, dijo, en castellano, Axl Rose, terminado el concierto. Se dio la vuelta para salir del escenario y, entonces, retrocedió. Se dirigió al micrófono y parecía que iba a decir algo agradable... Pero simplemente le dio una patada al micrófono, sonó un golpe seco y se vio su mirada sonriente por las pantallas. Una extraña imagen final de un espectáculo más cercano a un circo que a un concierto de rock.

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